sábado, 25 de diciembre de 2010

La auténtica felicidad

Fechas como estas son una época especialmente propicia para cumplir con la penúltima de las obligaciones surgidas de una sociedad sin ganas ni hondura: "sentirse bien", y lo entrecomillo. Hay que disfrutar las vacaciones, viajar, leer, ir a conciertos, comer y beber en exceso, amar, reír, cantar... y todo aquello que nos sirva para camuflar el descontento, la frustración o la tristeza arrastrada durante todo el año. Mis circunstancias vitales de este último año me han obligado a vivir de cerca la sensación de no encontrarme "nunca del todo bien". El cuerpo tiene su ritmo y casi nunca responde a nuestras expectativas. El alma también tiene su ritmo y, a veces, nos pone más trabas que almohadones en el desesperante camino hacia la "¿felicidad?" que se ha convertido en una utopía de las más sangrantes y generadoras de frustración. El dolor físico, las molestias, la tristeza, las tristezas del alma, no saber qué querer... se imponen en la vida como realidades inapelables. Podemos teorizar lo que queramos, sublimar incluso el dolor, pero éste no ceja porque lo ignoremos o porque entonemos aleluyas a unos u otros diosecillos de la felicidad de saldo.

La alegría y la felicidad poco tiene que ver con todo esto. La perfecta alegría, la auténtica felicidad, sentirme bien de verdad!! tiene más que ver con la paciencia, con el saber acomodar las emociones a nuestra vida, con saber encajar y permitir que broten nuestras imparables ganas de vivir en cualquier circunstancia. Mis circunstancias vitales me han hecho percibir que estoy lleno de la alegría profunda que viene de adentro y va mucho más allá del "bien-estar". Me han hecho saber de la felicidad que da mirarte sin obtener una sonrisa. De la alegría de velar tu sueño y tus vigilias. De la profunda satisfacción de dejar que las horas pasen preocupado a cada minuto por los pliegues de tus sensaciones. Porque mientras el cuerpo no aguanta, la mano no tiene fuerza para asirse al cabo de la vida, las mañanas son duras y las tardes cansinas... la vida sigue construyéndose a nuestro alrededor y a nuestro lado. Porque desde lo más hondo me viene la gracia de saberme amado, querido y necesario a pesar de mis miserias.
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Porque desde lo más alto me visita el sol incluso con las persianas bajadas.
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Adaptación de un texto en "palabras que miran"